La educación (entendida como Paideía), supone el descubrimiento del carácter evolutivo y abierto del ser humano. Este carácter inacabado está en manos de la naturaleza que lo forja y también en las palabras en las que se hace y con las que va formando la interpretación del mundo y de las otras personas entre las que se realiza y completa la propia vida individual.
El hecho que el lenguaje sea el alimento básico de la educación, significa que la estructura de la personalidad será resultado de un diálogo con las personas que llenan las experiencias de nuestra vida. Es muy difícil que haya educación si no se configura como lenguaje y no se realiza como diálogo.
Este lenguaje lo aprendemos en el ámbito familiar pero también en el ámbito escolar y social. Estas instituciones están moldeadas desde principios políticos, ideológicos, confesionales que interfieren en el significado de la esencia semántica del lenguaje.
Ante el mundo y la realidad que nos envuelve, las personas han ejercido el principio interactivo de la transformación de ese mundo, actuando sobre las cosas, después de aprender a nombrarlas.
Hoy en día, con la tecnología, se ha transformado la estructura de la “realidad”, del fenómeno, porque podemos ver sin estar, interactuar sin tocar, percibir sin contacto con lo “real”.
Mantener esta doble oportunidad de diálogo con lo real y con lo virtual, ha de generar en las personas, la capacidad de analizar, criticar, asimilar y comunicar nuestro discurso interior. A priori, se nos ofrece más para poder construir nuestra experiencia de aprendizaje.
A la hora de realizar las tareas escolares, en las primeras sesiones de deberes, los niños requerirán de la ayuda y presencia constante de un adulto para desenvolverse con facilidad. No obstante, esto no debe convertirse en una rutina ya que estaremos haciendo un flaco favor a los más pequeños. Uno de los objetivos principales de las tareas escolares es, a parte de aprender, fomentar la autonomía en este proceso. La presencia que ofrecemos desde un inicio, debe ser retirada de forma progresiva de manera que solo acuda al adulto cuando realmente tenga una duda a resolver.
A raíz de todo lo anterior, los aspectos fundamentales que se deben potenciar en los sujetos que aprenden y sobretodo pensando en reforzar su autonomía en el proceso, son:
1. Posibilitar el acceso, dominio y asunción del lenguaje como instrumento de interpretación y diálogo con el mundo que envuelve al ser: las tareas escolares o con intención educativa, no pueden ser meros ejercicios de repetición. Han de posibilitar diálogo, interacción, creatividad, fracaso, intentos varios, para acceder a lo simbólico…
2. En el contexto educativo actual, donde lo virtual ha dado un gran paso adelante, en detrimento de lo real, ese aspecto dialogal, se ha de poder ofrecer desde casa, los padres han de dialogar con el proceso interno de la estructuración significante del aprendizaje. Se necesita una implicación “consciente”. Sobretodo en las edades más tempranas.
3. En alumnos más mayores, este diálogo, puede ser motivado por hacerles transmitir qué están haciendo en esa actividad concreta, que estructuren de forma dialogal lo que han entendido que implica esa tarea.
4. Por tanto, dialogar, implica escuchar, presencia activa. Realizar un seguimiento de las tareas de tus hijos/as y ayúdales en lo que puedas, sin olvidar su autonomía. Oriéntalo/a, pero no se los hagas. Tu hijo o hija debe ser quien se enfrente a la tarea, de este modo estaremos trabajando en su autonomía y en su autoestima al superar sus dificultades por sí y al realizar las tareas de forma correcta. Nuestro papel como personas adultas referentes consiste en ofrecerles el espacio y el tiempo necesario para que realicen sus tareas. Lo que si resulta positivo es asegurarse previamente de que comprenden lo que tienen que hacer, así como recordarles nuestra presencia y apoyo cuando no les es posible avanzar.
Todos sabemos, que en el contexto actual, a veces es complicado estar al cien por cien con los hijos y sus tareas, cuando los adultos tenemos otras batallas simbólicas o reales que afrontar. Pero se tiene que poder decir y posponer el diálogo, la interacción para otro momento más adecuado.
5. El hábito del aprendizaje es un aspecto básico para posibilitar ese contexto posibilitador de diálogos y aprendizaje. En los colegios, las rutinas son parte del éxito. En casa también deberán serlo: horarios de sueño, de comidas, de juego, de estudio, de paseo, de baños… En los pequeños se deberá acompañar físicamente el proceso, en los mayores los horarios, calendarios, recordatorios, agendas…se encargarán de hacerlo.
6. El aspecto lúdico, del gozo, a través del aprendizaje, en muchas ocasiones se consigue más con las tareas virtuales que con las presenciales…aunque no siempre ni para todos. Las recompensas, las felicitaciones, el valorar los resultados escolares (no solamente la nota obtenida), incrementan la motivación de continuar aprendiendo.
7. Mantener las redes interaccionales de ayuda entre compañeros. Tanto los pequeños como los mayores, pueden recuperar esas sinergias, que en clase funcionan tan bien, aunque los profesores a veces, las tilden de “copiadas”. Copiar o inspirarse en tareas de otros compañeros es muy productivo para el aprendizaje, permite entender tareas, transformando palabras y por tanto interiorizando de forma personal el requerimiento del profesor. Es lo que se conoce como mediación entre iguales. Con la tecnología también se puede trabajar así.
8. Cuidado con los comentarios familiares sobre tal o cual materia o contenido…la psique en crecimiento es muy sensible a ciertos usos del lenguaje. A todo se debe dar una oportunidad. Acompañemos también, sus usos del lenguaje de forma proactiva: “seguro que si te lo miras bien, es más fácil de hacer de lo que crees”.
9. Valorar los retos que cada persona en la familia se marca y consigue. Siendo la paciencia, el enfoque positivo y constructivo el motor de nuestra convivencia. Todos tenemos días malos en lo que no apetece hacer nada. Pasará y mañana con mucho menos esfuerzo, la tarea saldrá adelante.
10. Una forma interesante de transmitir un mensaje potente, es conseguir transmitir que el otro está haciendo lo correcto pero decir o hacer lo contrario, es lo que se consigue con la paradoja. De vez en cuando, atreverse a “obligar a descansar de estudiar”, consigue ese efecto. “Basta por hoy, has trabajado mucho y necesitas desconectar” sugiere mucho más que el contenido semántico literal de la afirmación. Transmite, confianza, seguridad, tranquilidad y tal vez, después del descanso quieran volver y continuar estudiando.
11. Crear sentido de la responsabilidad, más no de obligación en los estudiantes. No es fácil al principio, pero si se consigue es un camino ideal para estimular la autonomía.
Esperamos que estos consejos os sirvan de ayuda, pero no debemos olvidar que cada niño es diferente y responde ante métodos distintos. Adaptarnos a las necesidades de cada uno es esencial para promover un hábito de estudio saludable y consciente.
Recuerda pero, que a veces, por protegerles demasiado, no dejamos que hagan las cosas a su manera y por sí mismos. Para madurar en necesario que exploren, que corran riesgos, y que vean por ellos mismos que de los fracasos también se aprende.
Y, por último pero no por ello menos importante… ¡Calma! En el momento crítico de ponerse a realizar las tareas, dirígete a tu hijo o hija con un lenguaje calmado y positivo. Recuerda que nuestras palabras pueden alentarle a realizar las actividades de un modo relajado y confiado o, por el contrario, provocarle presión y rechazo ante la tarea.
Para terminar nuestro artículo de esta quincena, os recomendamos estos enlaces interesantes para reflexionar lo expuesto:
https://www.uoc.edu/portal/es/news/actualitat/2019/045-autoaprendizaje-llega-educacion.html
https://www.superprof.co/blog/plataformas-virtuales-para-aprender-por-cuenta-propia/
Tonyi Coll i Dani Martí
Orientadors
La Salle Maó i Alaior